Amar es cuidar. No hay nada que caracterice más el pensamiento de alguien que ama y quiere darse que el de cuidar aquello y a aquellos a los que ama. Cuidar significa mantener los pequeños detalles, valorar a quienes tenemos al lado y hacerles sentir especiales, escuchando y amándoles.
Porque el cuidado se puede mostrar a través de gestos y muestras de ayuda, de cercanía, de comprensión, de comunicar alegría y esperanza con nuestra sonrisa y con nuestras palabras... Todos estos detalles hacen que esa relación, ese vínculo con los otros tenga algo especial. Así es cómo Dios nos cuida, porque lo vemos en cómo Jesús cuida de la gente, y en sus palabras: “Si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?” (Mt 6, 30).
Para nosotros, el cuidado implica el estudio, pues sólo estudiando y conociendo en profundidad sabremos cuidar de nosotros mismos, de los otros y del entorno en el que nos desarrollamos y compartimos. El cuidado es así una misión y entrega de uno mismo que abarca tanto el cuidado de la Casa Común de nuestra Tierra, como el cuidado de los Hermanos.